Un grande Fondatore

Os presentamos nuestra Familia

La narración de nuestra historia de Familia, como la historia de cualquier otra familia que se precia de serlo, comienza por el padre y por los acontecimientos que, en cierto momento, y no por casualidad, han dado origen al núcleo familiar.

Empezamos, por lo tanto, presentándoos la figura de San Francisco de Paula, nuestro Padre y Fundador. Con esto, cumplimos, evidentemente con un deber de justicia. Pero no queremos ocultar que nos produce al mismo tiempo una gran satisfacción, porque ciertamente es muy gratificante para nosotras, sus hijas, detenernos a hablar de nuestro Padre, hacia el que sentimos un profundo amor.

Nuestra familia Mínima, se ha formado en torno a un gran fundador, un hombre verdaderamente lleno del Espíritu y profundamente enamorado de Cristo, especialmente en el misterio de su anonadamiento redentor: un hombre que ha conseguido alcanzar la libertad personal, y partiendo de ella, se ha entregado totalmente al servicio de Dios y de los hermanos en una síntesis armónica donde cada valor ocupa su justo lugar y todos confluyen en la caridad, carisma eximio, vértice supremo en el que se entrelazan  las esferas de lo divino y de lo humano y se hace posible la comunión en el Espíritu Santo.

Habría muchas cosas que decir de nuestro Padre, San Francisco de Paula. Probablemente muchos de vosotros lo conocéis bien a él y la  historia de su vida. Estaría por lo tanto, fuera de lugar hacer una larga biografía; os indicaremos simplemente algún dato en las páginas siguientes, para centrarnos sobre todo en lo que queremos poner de relieve, esto es, la vitalidad y el dinamismo espiritual de un hombre que ha conseguido atraer a otros tras de sí, ahora y a lo largo de los siglos, precisamente por la radicalidad de las opciones que propone.

El carisma de Francisco de Paula es un carisma joven, siempre joven, porque ha conseguido integrar en su propia especificidad las características que son connaturales a la juventud de todos los tiempos. En efecto, la esencialidad de los contenidos unida a la sencillez de las formas, su radicalidad y centralidad evangélica, su apasionado cristocentrismo, la propuesta de una ascesis comprometida en todas las dimensiones de la persona, la renuncia a lo superfluo, a la comodidad, a lo fácil, la generosa apertura al otro, el caminar junto a los hermanos en la mutua comprensión y animándose unos a otros para seguir el ideal abrazado, son los deseos  que están presentes, en el fondo de corazón de todo creyente que se ha tomado en serio su fe; pero para los jóvenes son también unas exigencias profundísimas, que brotan del deseo existencial de plantearse de forma auténtica y profundamente humana su propia vida.

            Francisco de Paula lo ha conseguido. Ha hecho una síntesis completa entre los valores permanentes del Evangelio y los deseos más profundos del hombre de todos los tiempos y los ha vivido con todo el ardor, el entusiasmo, la autenticidad y la radicalidad de la edad juvenil, con la pasión de su gente de Calabria y con la vehemencia de todo auténtico creyente que a través de los siglos haya aspirado a encarnar en sí mismo la Palabra y los ejemplos del Señor.