La Regola che professiamo

Orden de los Mínimos: 'VIDA Y REGLA' de las Hermanas

En la fusión de dos espiritualidades se establece una  interacción recíproca

Cuando nuestras primeras Hermanas desearon una vida totalmente retirada en clausura, hicieron una síntesis entre dos corrientes de espiritualidad: la que provenía del carisma de la Orden, que vivían ya durante algún tiempo, y la derivada de la forma de vida totalmente contemplativa claustral. Por lo tanto, por un lado, el carisma de la vida cuaresmal y el impulso de una mayor penitencia (intuitu); por otro, todas las exigencias, todas las connotaciones específicas de la vida claustral, principalmente la separación radical, de todo y de todos, para dedicarse más libremente a la conquista de la interioridad y progresar hacia la cumbre de la contemplación.

En la fusión de las dos espiritualidades se establece una interacción recíproca, dando lugar a la radicalización del contenido de la vida mínima (vida cuaresmal, impulso de mayor penitencia) como efecto de la forma de vida claustral, pero también los contenidos propios de la vida claustral, por influencia del impulso del carisma y el propósito de una mayor penitencia.

Por lo tanto, sentimos que vivimos una experiencia única, porque esta síntesis no se encuentra en ninguna otra forma de vida, y en consecuencia reconocemos en la Regla no sólo la expresión original de la identidad mínima-claustral, sino también la mejor descripción de los elementos que integran nuestro camino y espiritualidad.

La Regla de las Hermanas es única en su género

La Regla de la Rama femenina de la Orden de los Mínimos, titulada oficialmente “Vida y Regla de las Hermanas de la Orden de los Mínimos de fray Francisco de Paula” es un pequeño tratado, más corto que la Regla correspondiente de la Rama masculina, aunque, como ésta, ha sido articulada en diez capítulos y fluye en paralelo a ella. Su mayor originalidad es existir tal como es.  Es única en su género; al menos por lo que sabemos, no hay otro instituto religioso femenino que forme parte de una Orden religiosa, que haya sido admitida por el Fundador de la Orden y que por él mismo ha tenido su propia Regla, con aprobación pontificia de igual rango a la Regla de la rama masculina.

Otra novedad es la autonomía de la Segunda Rama de la Orden, que no tiene un vicario o delegado del Fundador, sino que está legada únicamente por un vínculo genérico de obediencia al General y provincial de la Orden, que, de hecho, no visitan canónicamente los monasterios ni intervienen de ninguna manera en sus decisiones.

Es verdaderamente insólito que en la Orden de los Mínimos el movimiento femenino haya podido tener una influencia, o haber determinado de alguna manera, la última y definitiva redacción de la Regla. En efecto, de la Bula de aprobación se desprende que la regla de las “Hermanas” se elaboró sobre el modelo de la de los “Frailes”: “ad instar dicte regula fratrum Minimorum”, pero ya en una primera reflexión se ve obvio que las “nuove et emergentibus causis“, aducidas para la revisión de la regla de los frailes, sin ignorar la crisis institucional que estaba viviendo la Orden, incluyen la alusión a la nueva realidad femenina de la Orden.

El Fundador ha querido una Orden unida en la caridad

De por sí, sin embargo, la elaboración de una regla para las “Hermanas” no habría requerido una revisión de la regla de los “Frailes”: dado que se trataba de reglas diferentes, cada una podía caminar por su cuenta. Y si la revisión era necesaria por otras causas, revisando el texto de los frailes por su cuenta, podrían seguir siendo diferentes, aun presentándose juntos a la aprobación, como se hizo, por ejemplo, con el de los laicos. Significa, por lo tanto, que ha habido una voluntad al respecto del Fundador y de quienes colaboraron con él, en base a un proyecto bien determinado para la Orden. No podemos decir, obviamente, que la Regla de las Hermanas haya influenciado la de los Frailes, en cuanto que esta la precede; creemos, sin embargo, que podemos afirmar que la existencia objetiva de un seguimiento femenino, con sus características peculiares, y la voluntad de San Francisco de tener unidas las dos expresiones complementarias de su carisma, han impulsado al Fundador y a sus colaboradores a realizar un trabajo de reordenamiento tal que, despojando la anterior redacción de cuanto no era absolutamente esencial, distribuyendo los capítulos de una manera más armoniosa y proporcionada, haciendo resaltar los elementos más básicos y específicos, el texto resultante, al menos en los puntos fundamentales, precisamente por ser expresión sucinta y esencial de la vida de la Orden, pudiese ser aplicado tanto a la rama masculina como a la femenina. Él ha pensado, en efecto, en una Orden única, estrechamente unida con los vínculos de la caridad, compartiendo una misma vida un mismo espíritu, que, sin embargo, se difunde en diferentes esplendores porque diferentes son las modalidades y las estructuras en las que el espíritu y la vida se deben desarrollar.

 

Original en latín de la «Vida y Regla». Texto íntegro.

«Una Regla para la Vida»

Estructura general de la «Vida y Regla»