Monastero del Sacro Cuore

Breve Presentación

En la localidad Tarraconense de Móra d’Ebre, en la ribera baja del Ebro, se levanta el Monasterio del Sagrado Corazón, cuya fundación se remonta al 1894. Se trata de una construcción austera que alberga en su interior una comunidad de Mínimas, hijas y herederas espirituales de San Francisco de Paula.

La fundación se debe a la Vble. Sor Filomena Ferrer, monja mínima del Monasterio de Valls, (Tarragona) nacida en Móra d’Ebre el 3 de abril de 1841. Ella sintió la exigencia del Corazón de Jesús para fundar, en su ciudad natal, una comunidad contemplativa con la misión específica de reparar los pecados de los hombres y de orar por su conversión. Sor Filomena se dedicó a ello con gran celo consiguiendo superar muchos obstáculos mediante la oración y la confianza en Dios, aunque tuvo que ser ella misma el primer grano de grano sepultado en este surco abierto, sobre el que se edificaría después la obra.

 

Desde el primer momento las Hermanas elegidas para la nueva fundación pusieron todo el corazón en responder a la misión que les había sido encomendada ofreciéndose diariamente en unión con Cristo, Redentor del hombre. Más tarde, a lo largo de los años, la comunidad ha mantenido siempre el compromiso fundacional, siendo fiel a su especial vocación, en la vivencia de los contenidos propios de los votos religiosos y específicamente Mínimos.  De este modo, el carisma penitencial de la Orden se ha plasmado y concretizado, en la Comunidad de monjas Mínimas de Mora d’Ebre, en el culto de reparación y de expiación al Corazón de Jesús, haciendo que este Monasterio sea un centro de oración y de adoración, hoy más activo que nunca, sostenido por tantos creyentes que desean unirse a las monjas en la misión expiación y reparación, como manifestación de amor y gratitud por el Amor infinito que movió al Corazón Divino Redentor a ofrecer su vida en rescate por nuestra salvación.

La Historia

La Vble. Sor Filomena Ferrer fue la persona elegida por Dios para realizar la fundación de este Monasterio de Mínimas en Mora d’Ebre. Ella fue el cimiento humano sobre el que se levantaría esta comunidad de hijas de S. Francisco de Paula. Luchó duramente para superar todos los obstáculos para que pudiera verse realizada la obra que Dios, interiormente, le pedía: la construcción de un Monasterio de su amada Orden de los Mínimos en el cual residiera una comunidad de contemplativas Mínimas dedicada a la expiación y reparación por los pecados del mundo y carazterizada por  un amor apasionado al Corazón de Jesús. La fidelidad a la Regla profesada sería el arma vencedora con la que habría de contar la nueva fundación para llevar a cabo esta misión.

Y porque Sor Filomena debía de ser el cimiento, su vida quedó oculta, sepultada en el surco abierto de lo que fueron los trabajos y trámites para la autorización y preparación de su construcción. Sobre las bases espirituales puestas por ella, después de 26 años de su piadoso tránsito, se formaría la comunidad de Monjas Mínimas de Mora d’Ebre, cumpliéndose así su profecía, pronunciada poco antes de morir: su muerte retardaría la fundación, pero ésta se haría realidad porque era deseo del Corazón de Jesús.

Fundación

El terreno para la fundación fue donado por Dña. Magdalena Grau y de Gras y por su cuñado el conde de Samitier. El Obispo de la diócesis, Mons. Francisco Aznar y Pueyo colaboró por su parte, concediendo los permisos requeridos y ofreciendo donativos, lo que siguiendo su ejemplo, hicieron también los canónigos del cabildo catedralicio, sacerdotes y fieles devotos del Corazón de Jesús, manifestando así, de modo evidente, el deseo de tener entre ellos este Monasterio con su Templo Expiatorio.  La primera piedra fue colocada por el Obispo de Tortosa, Mons. Francisco Aznar y Pueyo, el 18 de noviembre de 1883, durante un solemne acto en el que participó también el fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón de Jesús, el beato Don Manuel Domingo y Sol, que dirigió a los asistentes un conmovedor y emotivo discurso. Se dio lectura también a un telegrama y una bendición enviadas por el Papa, S.S. León XIII.

Los primeros años hasta la exclaustración forzada

Los esfuerzos realizados fueron muchos, y aun así, a la llegada de las Hermanas no se habían terminado todavía las obras a causa de la carencia de materiales, por lo que tuvieron que afrontar no pocas privaciones, pero lo soportaron todo con alegría y espíritu de sacrificio, virtudes que han caracterizado hasta el día de hoy a estas hijas de San Francisco de Paula y herederas del espíritu de Sor Filomena.

Finalmente, la inauguración del Monasterio tuvo lugar el 5 de octubre de 1894, primer viernes de mes, día en que siete monjas de la comunidad de Valls (Tarragona), dejaron su monasterio para dar inicio a la nueva comunidad de Mínimas de Mora d’Ebre. Entre ellas se encontraba sor Manuela, hermana menor de la Venerable, enviada como cabeza del pequeño grupo, con la misión de llevar a término el amado proyecto de Sor Filomena.

La construcción del Templo Expiatorio aún tuvo que esperar, hasta poder superar nuevos obstáculos y requirió no pocos sacrificios por parte de la Comunidad, a pesar de que se contó también con la colaboración de fieles y devotos del Corazón de Jesús. Finalmente, el 5 de junio de 1925 quedaba inaugurado el nuevo Templo, realizado en estilo neogótico, obra del arquitecto tortosino Joan Abril.

La comunidad encarnó desde el principio el espíritu de la Vble. y vivió con fidelidad y entusiasmo la Regla profesada, unida a un ardiente amor al Corazón de Jesús y al celo por la salvación de las almas, notas características de la vida de sor Filomena. Pronto muchas jóvenes de esta misma localidad y de los pueblos vecinos se sintieron atraídas por esta vida sencilla y humilde llegando en poco tiempo a constituir una comunidad observante y floreciente.

En el año 1924, respondiendo a la necesidad de la comunidad de Roma, que se encontraba en gran dificultad por el reducido número de sus miembros, Sor Cinta del Arcángel San Miguel y Sor María Montserrat de la Stma. Trinidad, dejaron el Monasterio de Mora d’Ebre y acudieron para reforzar y ayudar a la comunidad del monasterio italiano. El Señor no dejó sin recompensa esta generosa respuesta, derramando sobre la comunidad abundantes gracias espirituales que le permitieron continuar la vida de observancia regular con un ferviente espíritu de entrega y generosidad, en la serenidad y en silencio orante de la vida ordinaria.

 

Con el inicio de la guerra civil española la vida de la comunidad resultó violentamente interrumpida. Efectivamente, el 21 de julio de l936 se presentó ante la puerta del Monasterio el pelotón de revolucionarios acompañado de gente armada y exaltada, exigiendo con violencia a las monjas que saliesen inmediatamente bajo amenaza de volar el edificio, con la intención de disparar contra ellas apenas saliesen. Sólo la intervención providencial de un vecino del pueblo, también miliciano, pero hombre honesto, impidió que fueran fusiladas las 14 monjas que entonces componían la comunidad. Pasando entre las filas de revolucionarios, abandonaron el monasterio, al tiempo que una de las hermanas más jóvenes exclamaba convencida: “Ahora nos vamos, pero volveremos”. Pudieron así refugiarse en casas particulares y pueblos limítrofes donde fueron acogidas con cariño por amigos y familiares.

La fatigosa recuperación de la postguerra

Apenas terminó la guerra pudieron regresar al monasterio, que encontraron destruido en su mayor parte. No pudiendo alojarse en él lo hicieron en un piso contiguo hasta que lograron que reuniese las condiciones mínimas para poder ocupar algunas dependencias. Lentamente y con grandes esfuerzos pudieron desescombrar y rehacer las partes más importantes para que pudieran ser habitables y con la ayuda de los “Pontoneros” de Zaragoza habilitar la iglesia para el culto, haciendo que pudiera servir de templo parroquial, pues el del pueblo había quedado totalmente destruido, y de este modo fue utilizada como sede de la Parroquia durante 20 años.

Años más tarde una asociación del Corazón de Jesús de Norteamérica, el International Institute of the Heart of Jesus, costeó los gastos para terminar las obras de restauración del Templo Expiatorio, pudiendo de esta manera reconstruir el tejado y reparar otros daños causados por los bombardeos, que aún no habían sido posible rehacer.

Fueron años de precariedad, silencio y trabajo escondido, durante los cuales, las Mínimas de Mora d’Ebre, herederas del espíritu penitencial de nuestro Fundador y fieles a la misión que les dejó en herencia la venerable sor Filomena, ofrecieron lo mejor de sí mismas, dejando a las nuevas generaciones un ejemplo eximio de heroicidad por la dureza de las condiciones en las que perseveraron,  logrando poner de nuevo en marcha el camino de la Comunidad.

Un nuevo caminar

El mes de septiembre de 1956, marcó una nueva etapa en el camino comunitario. Fue erigida la Federación de los monasterios de las monjas Mínimas de España, como pronta respuesta a los deseos y a las orientaciones que S. S. Pío XII había manifestado en la Constitución Apostólica Sponsa Christi. La institución de la Federación, que había sido iniciativa de M. Pilar Asens, en aquel tiempo superiora del monasterio de Móra d’Ebre, trajo grandes ventajas a la vida de todas las comunidades de la Orden, facilitando el intercambio de ayudas recíprocas, a todos los niveles, y favoreciendo también el crecimiento espiritual de las comunidades.

Finalmente, el año 2004, habiendo encontrado una identificación particular en el estilo de vida y en los ideales con el nuevo monasterio erigido en Paula, ciudad natal del Fundador y de la misma Orden, se decidió la unión de ambos en una sola comunidad con el fin de poder colaborar más estrechamente en el proyecto de renovación querido por la Iglesia y beneficiarse de un mayor acercamiento a las fuentes genuinas del carisma y de la espiritualidad de la Orden de los Mínimos.