Una sola Famiglia

Una Orden única con tres Reglas diferentes

Las monjas Mínimas constituyen una rama de la Orden Mínima [la rama femenina íntegramente contemplativa]. Tienen el mismo Fundador que los frailes Mínimos, sus hermanos de religión, carisma, Regla y espiritualidad, y reconocen en el Superior General al sucesor de san Francisco de Paula, ofreciéndole especial veneración. Gozan de los mismos privilegios y favores espirituales, siguen su calendario litúrgico y colaboran en su propia forma contemplativa a la santificación y apostolado de sus hermanos Mínimos (Constituciones de las Monjas Mínimas, 9).

La rama femenina de la Orden de mínimos, también llamada indebidamente la Segunda Orden de mínimos, se originó a finales de la década de 1400, en la parte sur del Reino de Castilla, en la ciudad de Andújar, que en la actualidad pertenece a la provincia meridional de Jaén en España. Es una zona geográfica bordeada por la cordillera llamada bética, formada por montañas no excesivamente altas, de clima muy suave y ricas en flora y fauna autóctonas, por lo que, a lo largo de los siglos, han sido un refugio privilegiado de solitarios, tanto bandidos como ascetas, que en sus grutas y entre su espesa vegetación han encontrado un escondite fácil y un hábitat ideal para lograr sus intenciones. A finales de la década de 1400 toda la región estaba llena de ermitaños, tanto hombres como mujeres; estos, impulsados por el fervor de la Reforma Eclesial, así como por el entusiasmo del avance cristiano en perjuicio de la invasión del Islam, dejaron todo para consagrar sus vidas al ideal de un Evangelio vivido sin mitigación y sin glosa, de una manera tan radical como simple, uniendo a la frescura de los convertidos la generosidad de los reformados, en una síntesis original que dio abundantes y ubérrimos frutos de santidad.

 

Andalucía, región meridional de España, con «Sierra Morena», en cuyo valle se encuentra la ciudad de Andújar

No es casualidad que Andújar fuera el punto de apoyo elegido por el santo Fundador para el envío de sus ermitaños al sur de la Península Ibérica. Allí fueron recibidos por el Señor Conde de Lucena, un antiguo conocido y amigo de fray Francisco, que los hospedó durante mucho tiempo en un eremitorio propio, el mismo que más tarde, en 1495, cedería para llevar a cabo la fundación de los Mínimos en Andújar, la segunda en España, dedicada a Santa Elena.

Precisamente en esta fundación se arraiga la rama femenina de la Orden, que comenzará con un pequeño grupo de mujeres ancladas en la Comunidad de Mínimos de Andújar, primero pcon vínculos espirituales y posteriormente también con vínculos jurídicos a través de la profesión de votos bajo la autoridad y dependencia del Corrector de la comunidad masculina. Aunque hay muy pocas noticias históricas al respecto, las pocas que tenemos concuerdan en señalar la fecha del 11 de junio de 1495 como el comienzo de la fundación femenina.

Muy probablemente, a partir de 1495 las Hermanas recibieron y aceptaron sin ninguna adaptación las sucesivas reglas de los frailes, (1501 y 1502), incluida la profesión del cuarto grado de la vida cuaresmal. El 4 de marzo de 1503 enviaron al Fundador una carta muy detallada solicitando a una regla propia, es decir, adecuada para ellas y su particular forma de vida claustral. A la luz de los documentos posteriores, concretamente de la bula Dum ad sacrum (julio de 1506), se evidencia cómo el Fundador realmente dio entonces (1503) una regla a las religiosas de Andújar, que la observaron fielmente durante un período de tres años (1503-1506); sin embargo, este texto no se presentó para su aprobación papal, y hasta ahora se desconoce. De todas formas, el año 1503 marca intencionalmente el momento de la separación legislativa.

En 1506 se presentaron tres códices al Papa, que tendrían que regular la vida de las tres correspondientes categorías de personas pertenecientes a la Orden: los frailes, las hermanas y los fieles seglares de ambos sexos. Además, el Fundador, al suplicar la aprobación de la redacción definitiva de las tres reglas, pidió al Sumo Pontífice que reconfirmase la Orden en su nueva estructura, es decir, una única Orden, que debía ser llamada a partir de entonces “Orden de los Mínimos”, con tres reglas, cada una apta para una forma específica de vida. Julio II aprobó y bendijo este proyecto a través de la bula Inter caeteros,el 28 de julio de 1506, con la cual nuestra Orden se convirtió en una orden verdaderamente moderna, con una estructura diferente a todas las demás órdenes anteriores, tanto monásticas como mendicantes.

Tradicionalmente, de hecho, el elemento que define la identidad de una Orden es su estatuto fundacional, en nuestro caso la Regla. Y es precisamente el vínculo que genera su profesión lo que le da a cada una de las personas que forman parte de ella el título de pertenencia. Esta sería la situación que vivieron nuestras primeras hermanas si, como podemos suponer, profesaron sucesivamente la primera, segunda y tercera regla de los frailes. Cuando en una Orden la rama femenina tenía otra regla diferente de la rama masculina, se originaba otra Orden, ya que se tenía otro códice como fundamento y como núcleo aglutinante de los miembros, proporcionándoles el carácter específico de su identidad.

La Orden de los Mínimos, sin embargo, fue pensada y querida por el Fundador como una orden única con tres reglas diferentes, y así fue aprobada por el Papa. Y esto nos lleva a pensar necesariamente en el carisma como el elemento que da unidad a las tres ramas, a pesar de las diferentes reglas, y que permite a todos los miembros de la Orden compartir los rasgos fundamentales de la identidad Mínima y su espiritualidad.

Primera página de la Bula Inter Caeteros que determina la estructuración de la Orden y aprueba la redacción definitiva de las tres Reglas