* Blaise Pascal

NOTAS  BIOGRÁFICAS

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El adjetivo con el que a menudo se define la figura de Blaise Pascal es: genial. De hecho, desde una edad temprana fue considerado un niño prodigio. Nacido en 1623 en Clermont-Ferrand, Auvernia, en el seno de una noble familia de administradores y magistrados, Pascal perdió a su madre Antoinette Begon a la edad de tres años. Dese entonces su padre, Étienne Pascal, magistrado y matemático, se ocupó personalmente de su educación y la de sus hermanas Jacqueline y Gilberte.

 Naturalmente dotado para la geometría y las matemáticas se sumergió en los estudios: a la edad de dieciséis años compuso un ensayo sobre cónicos y a los diecinueve comenzó la construcción de una máquina de cálculo, reproduciendo después varios ejemplares (pero esto no es nada comparado con sus descubrimientos posteriores). Su mente, tan vivaz y penetrante que al principio había quedado fascinada por las ciencias exactas, se dio cuenta de su límite intrínseco y, aunque nunca perdió interés en ellas, las subordinó a las ciencias morales y la vida espiritual. En efecto, cuando a los veintitrés años se unió a un grupo de jansenistas particularmente fervorosos, en el que estaba también una de sus dos hermanas, comprendió que no quería agotarse en el estudio de las cosas externas, sino profundizar en su conocimiento y formación espiritual. Podemos definir este período como su primera conversión.

Bien pronto también las ciencias morales se presentaron limitadas a los ojos del joven Blaise, porque basándose en la razón sufren, como todas las ciencias, los inconvenientes relacionados con ella. Durante este tiempo Pascal fue madurando la convicción de que la razón humana es absolutamente insuficiente cuando se trata de la salvación eterna y del conocimiento de Dios.

En 1647, el estudio excesivo lo arrojó a un estado de profundo desgaste físico del que nunca se recuperó del todo. Entre los veintinueve y treinta años frecuentó la noble sociedad parisina y aunque no vivió una vida disipada se dio más a la mundanidad: en este ambiente conoció el mundo del escepticismo y el epicureismo de los libertinos.  Pocos años después, en la noche entre el 23 y el 24 de noviembre de 1654, una experiencia real y muy viva de la presencia de Dios lo sobrecogió, permaneciendo durante dos horas en un estado de intensa emoción. Desde esa noche Pascal se sintió firme en la intención de vivir sólo para Dios, renunciando a todo lo que fuera mundano: esa noche fue su segunda conversión. Comenzó a imaginar una nueva Apología de la religión cristiana que confutase el pensamiento estoico y libertino. Los apuntes acumulados para la realización de esta obra constituyen el cuerpo de los Pensamientos que siguen siendo la obra capital de Pascal. Se retiró por un tiempo a Port-Royal, cenáculo de los jansenistas, y en su defensa escribió las cartas Provinciales contra la casística de los jesuitas.  La obra, animada por una excesiva controversia, fue colocada en el Índice. Pero una lectura atenta de su biografía hace ver cómo el pensamiento de Blaise Pascal es mucho menos jansenista y mucho más católico; alguien lo ha definido un temperamento agustiniano, comprometido en exaltar la precedencia de Dios en cada acto del hombre y en considerar al hombre sin Gracia un ser en las garras de un tormento inútil.

La realidad que Pascal entendió claramente fue la insuficiencia y miseria del hombre que no puede bastarse a sí mismo, sino que necesita “algo más” o mejor dicho “Alguien más”. La Revelación y la Gracia salvan al hombre, no la razón. Sin embargo, no era irracionalista: él creía que por encima de la razón humana hay una razón más alta: la caridad creativa de Dios.

Pascal no fue un filósofo, fue una persona docta con sed de infinito, que descubrió que ninguna ciencia o doctrina podía colmar su sed, sino sólo la caridad que proviene de Dios y que el hombre sólo puede reflejar. No se puede decir que fuera un santo, en efecto, la convicción misma de Dios-Caridad no eliminó su ambición intelectual y su temperamento desdeñoso y crítico. Y, sin embargo, sus obras están entre las más citadas por autores espirituales y predicadores cristianos, ¿por qué? Tal vez porque Blaise Pascal representa una de las almas más atormentadas por el deseo de elevarse a una esfera superior. En él vemos la fatiga de quien aún no está en paz con Dios, de quien todavía está en su búsqueda, a pesar de que ya lo ha encontrado, pero se da cuenta de que no lo ha encontrado completamente. Pascal murió en 1662 dos meses después de su 39 cumpleaños, después de una larga y grave enfermedad.

 

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