La humildad de la gruta

El misterio de Navidad entra en el corazón de la vida espiritual de Francisco de Paula. Lo demuestra su modo de referirse a la celebración del Señor con términos casi estáticos; para él esta es la fiesta celebérrima y luminosísima, en la que, así como en otras fiestas, no se ayuna y se recibe obligatoriamente la santa Comunión. Y, del misterio de Navidad, lo que más le impacta es la dimensión de la humildad del Verbo de Dios que, haciéndose hombre, acepta una dimensión de extrema humildad. De un texto del Correctorio, que analizaremos en otro lugar, debemos deducir que el pasaje de Filp 2, 6-11 impacta de manera particular su sensibilidad espiritual, en línea con toda la tradición patrística, que ha hecho de este himno de la primitiva comunidad cristiana uno de los pilares de la propia espiritualidad cristocéntrica. Sabemos que el nombre Mínimo, dado a su familia religiosa, debe leerse en unión con estos contenidos de humidad.

Este nombre expresa, según el testimonio de León X, la voluntad del Fundador de querer encaminar a sus seguidores por el camino de la humildad, recorrido ya por él, el mismo que Jesús había recorrido en el misterio de su Encarnación.  En este misterio, por tanto, Francisco capta para su vida espiritual y para la de sus seguidores la invitacion al vaciamento de sí, a la voluntad de servicio, a la sumisión, a la pobreza. El nexo entre la humildad de Francisco y la del Verbo encarnado ha sido captado por el papa Sixto V, que escribe: Él desde la infancia, inflamado de amor por las cosas celestes, de mínimo, como se había hecho ante Dios y los hombres, llegó a ser grande. Entre las virtudes, en las cuales sobresalió, abrazó una especialmente: la humildad, virtud siempre grata al rey de reyes. Esta virtud la eligió como guía y compañera retirándose a lugares solitarios para una vida dedicada a la piedad y a la santidad, así como aprendió que la misma señaló en primer ingreso en el mundo de Cristo salvador nuestro. En estas palabras es la gruta el elemento de comparación que nos hace comprender cómo la humildad de Francisco se ha fundado en la humildad de Jesús, destacada sobre todo en el misterio de Navidad. […] La referencia a la gruta de Jesús, testigo de la humildad del Hijo de Dios, se hace para explicar el valor espiritual de la opción de Francisco desde los años de su juventud.

El estupor estático experimentado ante la gruta se vuelve profunda e interior ‘con-pasión’ por el sufrimiento vivido por Cristo en el misterio de su pasión y muerte.

(Giuseppe Fiorini Morosini, Il Carisma penitenziale dell’Ordine dei Minimi, pp. 513,514).

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